SEGUNDA PARTE DE LA LECTURA PARA EL VIERNES 13 DE ENERO DE 2012
En esta última parte de la lectura, vamos a ver las concepciones de Platón con respecto al hombre y al estado… estos elementos son sumamente importantes niñas, porque es lo que tiene que ver más fuertemente con nosotros hoy, con la forma como vemos a las personas y a nuestras relaciones políticas.
5. EL HOMBRE EN PLATÓN (ANTROPOLOGIA PLATONICA)
Si yo les digo que el hombre es un ser compuesto de “alma” y de “cuerpo”, ustedes no estarían escuchando nada extraño, ¿verdad? Lo extraño es si les digo otra cosa. Sin embargo, cuando estudiamos a Pitágoras, recordarán la religión órfica… ¿sí la recuerdan? Es en Grecia en donde se empieza a decir que el alma es un ente distinto del cuerpo, algo que se sobre pone… Esta idea es también una característica de las religiones orientales, de hecho de casi toda la humanidad. En Platón encontramos algunas ideas importantes sobre las relaciones entre el alma y el cuerpo… para Platón el Cuerpo es la “tumba” y la “cárcel” del alma… y ella tiene que salir de él cuando sea purificada.
Nosotros, mientras tengamos cuerpo, estamos “muertos”, porque somos fundamentalmente alma y el alma, mientras esté en el cuerpo, está como en una tumba y por lo tanto está mortificada; nuestra muerte (con el cuerpo) es vivir, porque, al morir el cuerpo, se libera el alma de su cárcel. El cuerpo es la raíz de todo mal, y fuente de dementes amores, pasiones, enemistades, discordias, ignorancia y locura; y es todo esto justamente lo que mortifica al alma. Esta concepción negativa del cuerpo se atenúa un poco en las últimas obras de Platón, pero no desaparece del todo. (Y esta concepción tan negativa de lo material, de lo corporal, de lo físico, nos llegará por diferentes vías, hasta nuestros mismos días).
Entonces, Platón en su libro “El Fedón” plantea la fuga del cuerpo: el alma debe buscar cómo huir, en cuanto pueda, y por eso el verdadero filósofo desea la muerte y la verdadera filosofía es un “ejercicio de muerte”. El sentido de esta paradoja es claro. La muerte es un episodio que ontológicamente toca al cuerpo; no solo no daña al alma sino que le proporciona gran beneficio, al permitirle vivir una vida más verdadera, una vida toda recogida en sí misma, sin obstáculos ni velos, completamente unida a lo inteligible. Esto significa que la muerte del cuerpo desvela la verdadera vida del alma. Por lo tanto, el sentido de la paradoja no cambia, al invertir su formulación, sino que se especifica mejor: el filósofo es aquel que desea la verdadera vida (=muerte del cuerpo) y la filosofía es el ejercicio de la vida verdadera, de la vida en la dimensión del espíritu. La “fuga del cuerpo” es el reencuentro con el espíritu.
Otra paradoja es expresada por Platón como la “Fuga del Mundo”. La huida del mundo significa llegar a ser virtuosos, y buscar asemejarnos a Dios. “El mal no puede perecer, nos hace siempre opuestos al bien; ni puede tener morada entre los dioses, sino que por necesidad ha de vagar en esta tierra y en torno a nuestra naturaleza mortal. He ahí por qué nos conviene huir de aquí lo más pronto posible para ir arriba. Y esta fuga es “asemejarse a Dios en cuanto le es posible al hombre, y asemejarse a Dios es adquirir justicia y santidad junto con sabiduría”.
Como se ve, las dos paradojas tienen un significado idéntico: huir del cuerpo quiere decir huir del mal del cuerpo mediante la virtud y el conocimiento; huir de mundo quiere decir huir del mal del mundo siempre mediante la virtud y el conocimiento; seguir la virtud y el conocimiento quiere decir hacerse semejante a Dios que, como se dice en Las Leyes es la “medida” de todas las cosas.
Sócrates había puesto en la “curación del alma” la tarea suprema moral del hombre. Platón confirma el mandato socrático añadiéndole un matiz místico, precisando que “curación del alma” significa “purificación del alma”. Esta purificación se realiza cuando el alma, trascendiendo los sentidos, se posesiona del puro mundo inteligible y de lo espiritual y esto uniéndose a lo que le es del mismo género y connatural. Aquí la purificación coincide con el proceso de suprema elevación al supremo conocimiento de lo inteligible. Es necesario reflexionar sobre este valor de purificación que se le reconoce a la ciencia y al conocimiento (valor que ya en parte los antiguos Pitagóricos, como vimos, habían descubierto), para comprender la novedad del misticismo platónico: no se trata de contemplación, sino de un esfuerzo catártico de búsqueda y de acceso progresivo al conocimiento. Se entiende entonces, así, perfectamente, que para Platón el proceso de conocimiento racional sea a un tiempo proceso de “con-versión” moral: en efecto, en la medida en que el proceso de conocimiento racional nos lleva del mundo sensible al suprasensible, nos convierte de un mundo al otro, nos lleva de la falsa a la verdadera dimensión del ser. El alma, pues, se cura, se purifica, se convierte, se eleva “conociendo”. Y en esto está la virtud.
Esta tesis se expone no solo en El Fedón sino también en los libros centrales de La República: la dialéctica es liberación de los cepos y de las cadenas de lo sensible, es “conversión” del devenir al ser, es iniciación al Bien supremo. Por tanto, W. Jaeger escribió, justamente, a este respecto: “Cuando se plantee el problema no ya del fenómeno “conversión” como tal sino del origen del concepto cristiano de conversión, se debe reconocer en Platón el primer autor de este concepto”.
Para Sócrates era suficiente comprender que la esencia del hombre es el alma (psyché) para fundar la nueva moral. No era necesario, según su parecer, establecer si el alma era o no inmortal; la virtud tiene su premio en sí misma, del mismo modo que el vicio tiene su castigo en sí mismo, es decir: se es bueno, no para alcanzar ninguna recompensa, sino por el placer de ser bueno (¿recuerdan que lo vimos en ética?, el eudemonismo). Pero eso no le cabía a Platón en la cabeza… pues, si la muerte era el fin de todo, entonces, ¿para qué ser bueno? Y ¿cómo callar a los sofistas que decía que no era necesario seguir ninguna ética? Por eso Platón se preocupa mucho por mostrar la inmortalidad de alma.
El alma humana – dice Platón- es capaz de conocer las realidades inmutables y eternas; pero para poder captarlas, debe tener necesariamente una naturaleza que les sea afín: de otro modo aquellas permanecerían por fuera de su capacidad de comprensión; y pues como ellas son inmutables y eternas así el alma debe ser inmutable y eterna.
En El Timeo Platón precisa que las almas son generadas por el Demiurgo, con la misma sustancia con la que fue hecha el alma del mundo (compuesta de “esencia”, “identidad” y “diversidad”); ellas tienen pues un nacimiento pero, por una precisa disposición divina, no están sometidas a la muerte como no está sometido a la muerte todo lo que fue directamente producido por el Demiurgo.
Con Platón, el hombre descubrió que es un ser compuesto de dos dimensiones. Y esta adquisición es irreversible pues aun los que negaren la dimensión suprafísica, estarán obligados a dar a la dimensión física un significado diverso por completo del que tenía cuando se ignoraba lo suprasensible.
La pregunta es: ¿qué pasa con las almas cuando se mueren? ¿recuerdan niñas lo que vimos de “transmigración de las almas? Busquen por favor eso en su cuaderno… el alma pasa de cuerpo en cuerpo, naciendo una y otra vez, de formas diferentes, hasta alcanzar la perfección. Según Platón, las almas que han vivido una vida excesivamente ligada a los cuerpos, a las pasiones, a los amores y a los goces de estos, no logran, con la muerte, separarse por completo de lo corpóreo, que les ha llegado a ser connatural. Estas almas vagan por un cierto tiempo, por temor al Hades, alrededor de los sepulcros como fantasmas, hasta cuando, atraídas por el deseo de lo corpóreo, se unan de nuevo a los cuerpos y no solo de hombres sino también de animales, según la bajeza del tenor de vida moral tenido en la vida anterior. En cambio las almas que vivieron de acuerdo con la virtud, pero no la filosófica, se reencarnarán en animales domesticados y sociables o incluso en hombres honrados.
“Pero – dice Platón- a la estirpe de los dioses no se le ha concedido unirse a quien no haya cultivado la filosofía y no se haya ido puro, por completo, del cuerpo, sino que le ha sido concedido solamente a quien fe amante del saber”.
En La República, Platón habla de un segundo género de reencarnación del alma, notablemente distinto de este. Las almas existen en número limitado, de modo que si todas ellas tuvieran, en el más allá, un premio o un castigo eternos, en un cierto momento el mundo se quedaría vacío. Por este motivo evidente, Platón piensa que el castigo y el premio ultraterrenos por una vida vivida en la tierra, deben tener una duración limitada y un término fijo. Y como una vida terrena dura al máximo cien años, Platón, influenciado evidentemente por la mística pitagórica del número diez, piensa que la vida ultraterrena debe tener una duración de diez veces cien años, es decir, de mil años (para las almas que han cometido crímenes grandísimos e irreparables, el castigo continúa aun mil años más), Trascurrido este ciclo, las almas deber volver a nacer en la tierra.
6. EL ESTADO IDEAL SEGÚN PLATÓN. (LA POLÍTICA PLATÓNICA)
La “República” platónica
Platón hace que Sócrates pronuncie estas palabras en el diálogo Gorgias: “Creo estar entre aquellos pocos Atenienses, por no decir el único, que intenta la verdadera política, y el único entre los contemporáneos que la practique”. El “verdadero arte política” es el arte que “cura el alma” y la hace ser “virtuosa” en cuanto sea posible y por eso es el arte del filósofo. La tesis, pues, que maduró Platón, a partir del Gorgias, y expuso de manera temática en La República es precisamente la de la coincidencia de la verdadera filosofía con la verdadera política. Sólo si el político se hace “filósofo” (o viceversa) puede construir la verdadera Ciudad, es decir, el Estado basado en el supremo valor de la justicia y el bien. Es claro, sin embargo, que estas tesis resultan totalmente comprensible solo si se recuperan algunas concepciones propiamente griegas:
a) el antiguo sentido de filosofía como “conocimiento del entero” (de las supremas razones de las cosas);
b) el sentido de la reducción de la esencia del hombre a su “alma” (psyché);
c) la coincidencia entre individuo y ciudadano.
d) La Ciudad-Estado como horizonte de todos los valores y como única forma posible de sociedad.
Sólo teniendo muy presente esto, se pude entender la estructura de La República, la obra maestra de Platón y casi la suma de su pensamiento, al menos del que escribió. Construir la ciudad quiere decir conocer al hombre y su puesto en el universo. En efecto, dice Platón, el Estado no es sino el ensanchamiento de nuestra alma, una especie de gigantografía que reproduce en vastas dimensiones lo que es nuestra psyché. El problema central de la naturaleza de la “justicia”, que constituye el eje en torno al cual giran todos los otros temas, recibe adecuada repuesta justamente observando como nace (o como se corrompe) una Ciudad perfecta.
Por qué nace un Estado y las tres clases que los conforman
Un Estado nace porque cada uno de nosotros no es “autárquico”, es decir, no se basta a sí mismo, no puede vivir solo, y tiene necesidad de los servicios de muchos otros hombres:
1) de todos los que proveen a las necesidades materiales (comida, vestido, habitación):
2) de algunos hombres encargados de la custodia y defensa de la Ciudad;
3) de pocos hombres que sepan gobernar adecuadamente;
La Ciudad, pues, tiene necesidad de tres clases sociales:
1) la de los campesinos, artesanos y comerciantes;
2) la de los guardianes
3) la de los gobernantes
1) La primera clase está compuesta de hombres en los que predomina el aspecto de deseo del alma, que es el aspecto más elemental. Esta clase social es buena que en ella predomina la virtud de la “templanza” que es una especie de dominio y de disciplina de los placeres y deseos, y la capacidad de someterse a las clases superiores de modo conveniente. Las riquezas y los bienes, que son administrados exclusivamente por esta clase, no deberán ser muchos ni muy pocos. Estos hombres, de la clase más baja, tienen su centro en el estómago… en el vientre… tienen un alma de deseo (comida, tener, hacer), un alma que se llamará “vegetativa”.
2) La segunda clase está conformada por los hombres en quienes prevalece la fuerza “irascible” (volitiva) del alma, es decir, de hombres que se parecen a los perros de buena raza, es decir, que están dotados, a un tiempo, de mansedumbre y fiereza. La virtud de esta clase social debe ser la “fortaleza” o el “valor”, ;Los guardianes deberán vigilar, además de los peligros que pueden sobrevenir del exterior, también los que pueden provenir de lo interno. Por ejemplo, deberán evitar que en la primera clase se produzca demasiada riqueza (que genera el ocio, el lujo, el amor indiscriminado por la novedad), o demasiada pobreza (que genera los vicios opuestos). Además, deberán hacer que el Estado no crezca demasiado ni se empequeñezca demasiado, Deberán además procurar que las tareas confiadas a los ciudadanos sean correspondientes a su naturaleza y se dé a cada uno la educación correspondiente. Estos hombres, de la clase media, tienen su centro en el corazón, en las emociones, tienen un alma de voluntad, un alma que se llamara “animal”.
3) Los gobernantes, finalmente, deberán ser aquellos que hayan sabido amar a la Ciudad más que los otros y hayan sabido cumplir celosamente con los deberes y sobre todo, que hayan sabido conocer y contemplar el Bien. En los gobernantes predomina, pues, el alma “racional” y su virtud específica es la “sabiduría”, su centro es la “mente”.
La Ciudad perfecta, pues, es aquella en la que predominan la templanza en la primera clase social, la fortaleza y el valor en la segunda y la sabiduría en la tercera. La “justicia” no es otra cosa que la armonía que se establece entre estas tres virtudes: cuando cada ciudadano y cada clase social atienden a la función que les es propia del mejor modo posible y hacen lo están llamados a hacer, por naturaleza y leyes, entonces se realiza la perfecta justicia.
Por eso, una sociedad con templanza, fortaleza, sabiduría y justicia (las cuatro virtudes cardinales) es una sociedad perefcta.
La Ciudad perfecta ha de tener una educación perfecta. La primera clase social no necesita una educación especial porque las artes y los oficios se aprenden fácilmente con la práctica. Para la clase de los Guardianes, Platón propone la clásica educación gimnástico-musical, orientada a robustecer de forma conveniente el elemento de nuestra alma de la que proceden el valor y la fortaleza. Pero para esta clase, Platón propone la “comunidad” de todos los bienes. Comunión de los hombres y de las mujeres y por lo tanto de los hijos y la abolición de cualquier tipo de propiedad de bienes materiales. Tener riqueza es propio solo de la clase inferior, y son ellos los que deben proveer a las necesidades materiales de los de las clases superiores. Hombres y mujeres de la clase de los Guardianes deben recibir la misma educación y mantener las mismas tareas. Los hijos, rápidamente separados de los padres, serían criados y educados en lugares aptos, sin que conozca a sus padres. Esta concepción audacísima fue propuesta por Platón con la intención de crear una gran familia en la que todos se amaran como padres, madres, hijos, hermanos, hermanas, parientes. Creía que de ese modo se eliminarían las razones que alimentan el egoísmo y las barreras de lo “mío y lo “tuyo”. Todos deberían decir “es nuestro”. El bien privado debía convertirse en bien común.
La educación que Platón preveía para los gobernantes era filosófica, y debía durar hasta los 50 años (Platón la llamaba la “larga calle”). Entre los 30 y los 50 años debía darse la etapa más dificil, es decir, la prueba de la dialéctica y de los 35 a los 50 años debía acontecer un reencuentro con la realidad empírica (con la aceptación de diversas tareas). La finalidad de la educación del político-filósofo era la de llegar a contemplar el Bien, el “máximo conocimiento” y de formarse a sí mismo según el Bien para luego poner el Bien mismo en la realidad histórica.
Se comprende, pues, las afirmaciones de Platón al final del Libro IX de La República según las cuales “poco importa si existe o si puede existir” tal Ciudad; basta con que cada uno viva de acuerdo con las leyes de esta Ciudad, es decir, de acuerdo con las leyes del Bien y de la justicia. En síntesis, la Ciudad platónica se realiza antes que en la realidad externa, en la interioridad del hombre. Este es, en último término, su verdadero lugar.
Platón mostró los diferentes tipos de gobierno, y los dividió así:
1) si es un hombre solo el que gobierna e imita el ideal del político, se tiene la monarquía;
2) si es una multitud de hombres ricos que imita al político ideal se tiene la aristocracia;
3) si es todo el pueblo el que gobierna y busca imitar al político ideal se tiene la democracia.
Cuando estas formas de constitución se corrompen y los gobernantes buscan el propio beneficio y no el beneficio público:
1) la monarquía se convierte en tiranía
2) la aristocracia se convierte en oligarquía
3) la democracia se convierte en demagogia
Si los Estados son bien gobernados, la mejor forma de gobierno es la primera; cuando en cambio son corrompidos la mejor es la tercera porque la libertad está garantizada.
En Las Leyes Platón recomienda, finalmente, dos conceptos básicos: el de la “constitución mixta” y el de la “igualdad proporcional”. Demasiado poder produce el absolutismo tiránico y demasiada libertad produce la demagogia. Lo mejor está en la libertad equilibrada con la autoridad en “justa medida”. La verdadera igualdad no es la del abstracto igualitarismo a toda costa sino la “proporcional”.
7 – CONCLUSIÓN SOBRE PLATÓN
Terminemos por donde empezamos: con el mito de la Caverna. ¿recuerdan que se los expliqué? En este mito se resume todo lo que hemos visto, todo el pensamiento de Platón… por eso, volvamos sobre él y entendámoslo bien:
Imaginemos unos hombres que viven en una habitación subterránea, una caverna que tiene el ingreso abierto a la luz en toda su anchura, con un largo vestíbulo de acceso; imaginemos también que los habitantes de esta caverna están amarrados por las piernas y el cuello, de modo que no pueden voltearse y que por lo tanto solo puedan mirar hacia el fondo de la caverna misma. Imaginemos además que fuera de la caverna hay apenas una tapia de la altura de un hombre y que detrás de ella ( y por lo tanto tapados por completo por la tapia) se mueven unos hombres que llevan sobre sus espaldas estatuas labradas en piedra y madera, que representan toda clase de cosas. Imaginemos todavía que detrás de esos hombres arda un gran fuego y que en lo alto resplandezca el sol. Finalmente, imaginemos que la caverna tenga un eco y que los hombres que pasan por detrás de la tapia hablen de modo que en la caverna retumben sus voces por efecto del eco.
Pues bien, si fuera así, aquellos prisioneros no podrían ver sino las sombras de las estatuas que se proyectan en la caverna y escucharían las voces: pero ellos creerían, no habiendo visto otra cosa, que dichas sombras serían la única y verdadera realidad y pensarían que las voces del eco serían voces producidas por esas sombras. Ahora bien, supongamos que uno de estos prisioneros logre safarse, con dificultad, de los cepos; pues bien, este lograría trabajosamente acostumbrarse a la nueva visión que se le aparecería; y habituándose, vería las estatuas que se mueven por encima del muro y entendería que ellas son mucho más verdaderas que lo que veía primero y que ahora le aparecen como sombras. Y supongamos que alguno traiga al prisionero fuera de la caverna y más allá del muro; pues bien, se quedaría deslumbrado, en un primero momento, por la luz y luego, habituándose, vería las cosas mismas y por último, vería la luz misma del sol, primero reflejada y luego en sí misma, y comprendería que estas y sólo éstas son la verdaderas realidades y que el sol es la causa de todas las otras cosas visibles.
Los cuatro significados del mito de la caverna
¿Qué significa el mito?
1) Ante todo, los diversos grados ontológicos de la realidad, es decir, los géneros del ser sensible u suprasensible con sus subdistinciones: las sombras de la caverna son las meras apariencias sensibles de las cosas, las estatuas las cosas sensibles; el muro es la línea divisoria que divide las cosas sensibles de las suprasensibles; más allá del muro, las cosas verdaderas simbolizan el verdadero ser y las Ideas y el sol simboliza la Idea del Bien.
2) En segundo lugar, el mito simboliza los grados de conocimiento en las dos especies y los dos grados del mismo: la visión de las sombras significa la eikasía o imaginación, la visión de las estatuas simboliza la pistis o creencias; el paso de la visión de las estatuas a la visión de los objetos verdaderos y la visión del sol, primero mediata, luego inmediata, representa la dialéctica en los diversos grados y la intelección pura.
3) En tercer lugar, el mito de la caverna simboliza también el aspecto ascético, místico y teológico del platonismo: la vida en la dimensión de los sentidos y de lo sensible es vida en la caverna, así como la vida en la dimensión del espíritu es vida en la pura luz; el volverse de lo sensible a lo inteligible está representado explícitamente como “liberación de los cepos”, como con-versión; y la visión suprema del sol y de la luz en sí misma es la visión del Bien h y contemplación de lo divino.
4) Pero el mito de la caverna expresa igualmente la concepción política claramente platónica: Platón habla, en efecto, también de un “retorno” a la caverna de aquel que se había liberado de las cadenas, de un retorno que tiene como finalidad la liberación de las cadenas de aquellos en cuya compañía se encontraba antes esclavizado. Este “retorno” es sin duda alguna el retorno del filósofo-político, quien, si siguiera solo su deseo, se quedaría contemplando lo verdadero y en cambio superando su deseo, desciende para ver cómo liberar a los otros (el verdadero político, según Platón, no ama el mando y el poder, sino que emplea el mando y el poder como servicio, para hacer el bien). ¿Qué le podrá pasar al que baja de nuevo? Este, pasando de la luz a la sombra, no verá más sino luego de haberse habituado de nuevo a lo oscuro; trabajará por readaptarse a los viejos usos de los compañeros, correrá el riesgo de no ser comprendido por ellos y, tomado por loco, correrá finalmente el riesgo de ser asesinado: como le sucedió a Sócrates y como podría también pasarle a cualquiera que testimonie en dimensión socrática.
Pero el hombre que ha “visto” el verdadero Bien, deberá y sabrá correr este “riesgo” que desde luego es el que da sentido a su existencia.
Nota: El Fin de semana voy a poner un pequeño taller… tengan la bondad de bajarlo y traerlo a clase el lunes. Hasta el momento, no he recibido ningún comentario de ustedes via e-mail o via facebook o via blog… significa que no hay ninguna duda y que todo marcha muy bien. Ojo pues, recuerden los exámenes… jejeje.. abrazos
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