viernes, 7 de octubre de 2011

LECTURA: LOS FILOSOFOS ATÓMICOS O FISICOS PLURALISTAS

HOLA NIÑAS DE DÉCIMO!!!
PARA EL 19 DE OCTUBRE... POR FAVOR LEAN ESTE DOCUMENTO!!!
SOLO LEER... PERO LEER BIEEEEEEEEEN!
VOY A HACER PREGUNTAS SOBRE ÉL... Y PROFUNDIZAREMOS SOBRE ESTOS VIEJITOS
QUE DIERON UN GRAN SALTO EN EL PENSAMIENTO HUMANO!

OJO PUES... AH!
Y PERDONEN QUE NO LES PUSE MUÑEQUITOS


1. EMPÉDOCLES DE AGRIGENTO

1.1 “Las raíces de todas las cosas”

Empédocles nació en Agrigento hacia el 484/481 a.C. y murió cerca del 424/421 a.C. Tuvo una personalidad muy fuerte: fue filósofo, místico, curandero, médico y activo en la vida pública. Compuso un poema Sobre la Naturaleza y un Poema lustral de los que han llegado algunos fragmentos. Las narraciones sobre su fin pertenecen a la leyenda: según algunos, desapareció durante un sacrificio; según otros, al contrario, se habría arrojado al volcán Etna.

Para Empédocles, como para Parménides, “nacer” y “morir” son imposibles, entendidos como venir de la nada y andar hacia la nada, porque el ser es pero el no-ser no es. Por lo tanto, nacimiento y muerte no existen y lo que los hombres han llamado con esos nombres no es sino mezclarse y disolverse algunas sustancias que permanecen eternamente iguales e indestructibles. Tales sustancias son el agua, el aire, la tierra y el fuego a los que Empédocles llamó “raíces de todas las cosas”.

Los Jónicos había escogido quien una, quien otra, de estas realidades, como “principio”, haciendo provenir las otras mediante un proceso de transformación. La novedad de Empédocles está en el hecho de haber proclamado la inalterabilidad cualitativa y la intransformabilidad de cada una.

Así nació la noción de “elemento”, precisamente como algo original y “cualitativamente inmutable”. Capaz de unirse y separarse espacial y mecánicamente en relación con otro. Como es evidente, se trata de una noción que podía aparecer sólo después de la experiencia eleática y justamente como tentativa de superación de las dificultades encontradas en ella.

Así toma forma la llamada concepción pluralista que supera el monismo de los Jónicos. En efecto, también el “pluralismo” como tal, al nivel de conciencia crítica (como el concepto de elemento) sólo podía surgir como respuesta a las drásticas negaciones de los Eleatas.


1.2. La Amistad y el Odio como fuerzas motrices, su d dinámica y sus efectos

Hay, pues, cuatro elementos que, uniéndose, dan origen a la generación de las cosas y separándose dan origen a su corrupción. Pero ¿cuáles son las fuerzas que las unen y las separan?

Empédocles introdujo las fuerzas cósmicas del Amor o de la Amistad (philía)y del Odio o Discordia (neikos), causa, respectivamente, de la unión y la separación de los elementos. Tales fuerzas, según alterna sucesión, predominan la una sobre la otra por períodos de tiempo constantes y fijados por el destino. Cuando predomina el Amor o la Amistad los elementos se reúnen en unidad; cuando predomina la Discordia, se separan.

Contrariamente a cuanto de buenas a primeras se podría pensar, el cosmos no nace cuando prevalece el Amor o la Amistad, porque el predominio total de esta fuerza si hace que los elementos se reúnan juntos para formar una unidad compacta que Empédocles llama Uno o “Esfero” (que recuerda la esfera de Parménides).

Al contrario, cuando prevalece absolutamente el Odio o la Discordia los elementos están todos separados y ni siquiera en este caso existen las cosas en el mundo.

El cosmos y las cosas del cosmos nacen en los dos períodos del paso que van del predominio de la Amistad al de la Discordia y, luego, del predominio de la Discordia al de la Amistad. En cada uno de estos períodos se da un progresivo nacimiento y una progresiva destrucción de un cosmos que necesariamente supone la acción conjunta de ambas fuerzas.

El momento de la perfección se da no en el momento de la constitución del cosmos sino en la constitución del Esfero.

1.3. Los procesos cognoscitivos

Muy interesantes son las reflexiones de Empédocles sobre la constitución de los organismos, de sus procesos vitales, y sobre todo, sus intentos de explicar los procesos cognitivos.

De las cosas y de sus poros brotan efluvios que afectan los órganos de los sentidos de manera que las partes similares de nuestros órganos reconocen las partes similares de los efluvios que provienen de las cosas: el fuego conoce el fuego, el agua al agua y así sucesivamente (en la percepción visual, el proceso es inverso y los efluvios parten de los ojos; pero permanece firme el principio que lo semejante conoce a lo semejante)

El pensamiento, en esta visión arcaica del conocimiento, tiene su vehículo en la sangre y su sede en el corazón. Por consiguiente, el pensamiento no es una prerrogativa exclusiva del hombre.

1.4. Los destinos del hombre

En el Poema lustral, Empédocles hacía suya y desarrollaba las concepciones órficas y se presentaba como profeta y mensajero de las mismas. Expresaba, en versos sugestivos, el concepto de que el alma del hombre es un daimon que fue arrojado del Olimpo a causa de una culpa original suya y arrojado a merced del ciclo de los nacimientos bajo todas las formas de los vivientes para expiar dicha culpa:

“Uno de ellos soy yo, prófugo de los dioses y errante
porque confié en la furiosa contienda [...]
porque fui un tiempo niño y niña
arbusto y pájaro y mudo pez del mar[...]

En el poema señalaba las reglas de la vida aptas para la purificación y la liberación del ciclo de las reencarnaciones y para volver a ser entre los dioses “liberados de los dolores humanos, indemnes, inviolados”.

En el pensamiento de Empédocles, la física, la mística y la teología forman una unidad compacta. Para él, son divinas las cuatro “raíces” es decir, el agua, el aire, la tierra y el fuego; son divinas las fuerzas de Amistad y de Odio: Dios es el Esfero; las almas son daimones, ellas están constituidas, como todo lo demás, por los elementos y las fuerzas cósmicas. Entre los dos poemas de Empédocles, contrariamente a lo que muchos han pensado, se da una unidad de inspiración y en absoluto nada de antítesis entre dimensión “física” y dimensión “mística”. La dificultad es, si acaso, la opuesta: en este universo en donde todo es “divino”, incluido el mismo Odio, no se ve qué no lo sea y cómo “alma” y “cuerpo” puedan estar en contraste, ya que proceden de las mismas”raíces”. Sólo Platón intentará dar respuesta a este problema.

2. ANAXÁGORAS DE CLAZOMENE: el descubrimiento de las “omeomerías” y de la Inteligencia ordenadora

2.1. La doctrina de las “semillas” u “omeomerías”

Anaxágoras continúa el intento de resolver la gran dificultad suscitada por la filosofía de los Eleatas. Nacido alrededor del 500 a.C. en Clazomene, murió alrededor del 428 a. C. Actuó durante unos 30 años en Atenas. Fue mérito propio probablemente el haber introducido la filosofía en esa ciudad, destinada a llegar a ser la capital de la filosofía antigua. Escribió un tratado Sobre la Naturaleza del cual nos han llegado fragmentos significativos.

También Anaxágoras se declara perfectamente de acuerdo con la imposibilidad de que el no-ser sea y que por lo mismo “nacer” y “morir” constituyan eventos reales: “Pero los Griegos no consideran correctamente el nacer y el morir –escribe-: en efecto ninguna cosa nace o muere, sino que a partir de cosas que existen, se produce un proceso de composición y división; así, pues, deberían llamar correctamente al nacer componerse y al morir dividirse”.

Estas “cosas que existen” que al componerse y al dividirse originan el nacer y el morir de todas las cosas, no pueden ser sólo las cuatros raíces de Empédocles. Agua, aire, tierra y fuego están, en efecto, bien lejos de explicar las innumerables cualidades que se manifiestan en los fenómenos. Las “semillas” (spérmata) o elementos de las que proceden las cosas deberán ser tantas cuantas son las innumerables cualidades de las cosas, precisamente “semillas que tengan formas, colores y sabores de todo género”, es decir, infinitamente variados. Estas semillas son, pues, el originario cualitativo pensado eleáticamente no solo como no generable (eterno) sino como inmutable (ninguna cualidad se transforma en otra, pues es precisamente original). Estos “muchos” originales son, en suma, como pensaba Melisso, el Uno.

Pero estas semillas no son sólo infinitos en número tomados en su conjunto (cualidades infinitas) sino infinitos tomados cada uno singularmente, es decir también son infinitos en cantidad: no tienen límite en grandeza (son inagotables) ni tampoco en la pequeñez, pues se pueden dividir hasta el infinito, sin que la división llegue a un límite, es decir, sin que llegue a la nada (dado que la nada no es). Cualquier semilla (cualquier sustancia -cualidad), pues, se puede dividir hasta el infinito - en partes siempre más pequeñas y las partes así obtenidas serán siempre de la misma cualidad. Precisamente por esta característica de ser- divisibles-en-partes-que-son-siempre-iguales, las “semillas” han sido llamadas “omeomerías” (el término se encuentra en Aristóteles pero no es imposible que sea de Anaxágoras), que quiere decir “partes semejantes”, “partes cualitativamente iguales” (que se obtienen cuando se divide cada una de las “semillas”.)

Primeramente, estas omeomerías constituían una masa en donde todo estaba “mezclado juntamente” de modo que “no se distinguía ninguna”. Luego una Inteligencia (de la que se hablará inmediatamente abajo) determinó un movimiento, que produjo una mezcla ordenada de la mezcla caótica, de donde brotaron todas las cosas. Cada cosa y todas ellas, por consiguiente, son mezclas bien ordenadas en las que existen todas los gérmenes de todas las cosas aunque en medida pequeñísima, proporcionadas de modo diverso. El predominio de esta o de aquel germen es el que determina la diferencia de las cosas. Por eso Anaxágoras dice exactamente: “Todo está en todo”; o también: “En cada cosa hay parte de cada cosa”. En el grano de trigo predomina un germen pero allí está incluido todo, en particular el cabello, la carne, el hueso, etc.: “¿Cómo, en efecto, podría producirse el cabello de lo que no es cabello y la carne de lo que no es carne?” Por este motivo, pues, el pan (trigo) comido y asimilado se hace cabello, carne, y todo lo demás: porque en el pan están los gérmenes de todo”. Así el filósofo de Clazomene intentaba salvar la inmovilidad sea “cuantitativa” sea “cualitativa”: nada procede de la nada ni va a la nada sino que todo está en el ser desde siempre y para siempre, incluida la cualidad aparentemente más insignificante.

2.2. La doctrina de la Inteligencia cósmica

Habíamos dicho que el movimiento que hace nacer las cosas de la mezcla caótica es dado por una Inteligencia divina.

He aquí cómo la describe Anaxágoras en uno de los fragmentos que han llegado hasta nosotros y que marca uno de los vértices del pensamiento presocrático: “Todas las otras cosas tienen parte de cada cosa pero la inteligencia es ilimitada, independiente y no mezclada con alguna cosa sino que está sola en sí. Si en efecto no estuviera en sí sino que estuviera mezclada con cualquier cosa de otro, participaría de todas las cosas, si estuviera mezclada con alguna. En todo se encuentra, en efecto, parte de cada cosa, como he dicho antes, y las cosas mezcladas le servirían de obstáculo de modo que no tendría poder sobre alguna cosa, como lo tiene estando sola en sí. Es, en efecto, la más sutil y más pura de todas las cosas y posee pleno conocimiento de todo y tiene grandísima fuerza. Y la inteligencia domina todas las cosas que tienen vida tanto las mayores como las menores”.

El fragmento –bastante conocido y celebrado con justicia- contiene una intuición verdaderamente grandiosa, es decir, la intuición de un principio que es una realidad infinita, separada de todo el resto, la más “sutil” y la más “pura” de las cosas, igual a sí misma, inteligente y sabia.

Llegamos aquí a un afinamiento notabilísimo del pensamiento de los Presocráticos: aún no hemos llegado al descubrimiento de lo inmaterial pero ciertamente estamos en la fase que lo precede inmediatamente.

3. LEUCIPO Y DEMOCRITO

3.1. La doctrina de los átomos

El último intento de responder a los problemas propuestos por el Eleatismo, permaneciendo en el ámbito de la filosofía de la physis, fue realizado por Leucipo y Demócrito, con el descubrimiento del concepto del átomo.

Leucipo, nativo de Mileto, vino a Italia a Elea (en donde conoció la doctrina eleática) hacia la mitad del s. V a.C. y de Elea pasó a Abdera en donde fundó la Escuela que fue llevada a su máximo esplendor por Demócrito, nacido en la misma ciudad.

Demócrito fue un poco más joven que su maestro. Nació en Abdera hacia el 460 a.C, y murió muy anciano, algún lustro luego de Sócrates.

Se le atribuyen numerosísimos escritos, pero probablemente el conjunto de esas obras constituía el corpus de la Escuela en los que seguramente confluyeron las del maestro y de alguno de los discípulos. Hizo largos viajes y adquirió una enorme cultura, en muy diversos ambientes, tal vez la mayor que hasta ese momento hubiera alcanzado filósofo alguno.

También los Atomistas hacen hincapié en la imposibilidad del no-ser y recalcan que el nacer no es más que un “agregarse de cosas existentes” y el morir un “disgregarse” o mejor un separarse de las mismas. Pero la concepción de estas realidades originales es novísima. Se trata de un “número infinito de cuerpos, invisibles por su pequeñez y volumen”.

Tales cuerpos son indivisibles y por eso son a-tomos (en griego “átomo” significa in-divisible) y naturalmente no generables, indestructibles, inmutables. En cierto sentido estos “átomos” están más cerca al ser eleático de las cuatros “raíces” o elementos de Empédocles y de los “gérmenes” u omeomerías de Anaxágoras, porque son cualitativamente indiferenciados; todos ellos son un ser-pleno en el mismo modo y se diferencian entre sí sólo en la forma y figura geométrica y como tales mantienen sin embargo la igualdad del ser eleático del consigo mismo (absoluta indiferencia cualitativa).

Los átomos de los de Abdera son, pues, el fraccionamiento del Ser-Uno eleático en infinitos “seres-unos” que aspiran a mantener el mayor número posible de características del Ser-Uno eleático.

3.2. Características específicas de los átomos

Al hombre moderno “átomo” evoca inevitablemente significados que ha adquirido el término en la física pos-galileana. Pero en los Abderitas, el átomo lleva el sello del modo de pensar exquisitamente griego. Indica una forma original y es por tanto un átomo-forma, es decir, indivisible. El átomo se diferencia de los otros átomos, además de la figura, por el orden y la posición. Y las formas, lo mismo que el orden y la posición pueden variar hasta el infinito. Naturalmente el átomo no es perceptible por los sentidos sino sólo con la inteligencia. El átomo es, pues, forma visible al entendimiento.

Es claro que el átomo, para ser pensado como “pleno” (de ser), supone necesariamente el “vacío” (de ser y por lo mismo el no-ser). El vacío, pues, es necesario como el pleno: sin vacío los átomos-formas no podrían diferenciarse menos aún moverse. Átomos, vacío y movimiento son la explicación de todo.

Pero, por el momento, es claro que los Atomistas buscaron superar la gran aporía eleática y salvar, al mismo tiempo, la “verdad” y la “opinión”, es decir, los “fenómenos”. La verdad viene dada por los átomos que se diversifican entre ellos sólo por las diferentes determinaciones geométrico-mecánicas (figura, orden, posición) y por el vacío; los diversos fenómenos y sus diferencias provienen del diverso modo como los átomos se agregan y del encuentro posterior de las cosas, producidas por ellos, con nuestros sentidos.


Atomo. Es una de las creaciones más significativas del pensamiento griego. Significa “indivisible” y para Leucipo y Demócrito – y luego también para Epicuro- indica el principio de toda la realidad.
El átomo no es visible sino para el ojo del entendimiento. No tiene cualidad sino sólo formas geométricas, orden y posición. Es inmutable, incorruptible, dotado naturalmente de movimiento. Todas las realidades nacen por agregación de átomos y mueren por su disgregación.

Demócrito escribe: “Opinión el frío, opinión el calor; verdad los átomos y el vacío”. Este es, ciertamente, el más ingenioso intento de justificar la opinión (la doxa como la llamaban los Griegos) que se tuvo en el ámbito de los Presocráticos.

3.3. el movimiento de los átomos, el origen del mundo y el mecanicismo

Es necesaria una aclaración más sobre el movimiento. Los estudios modernos han demostrado que es necesario distinguir en el Atomismo original tres formas de movimiento:
a) El movimiento primigenio de los átomos debía ser un movimiento caótico como el giro del polvito atmosférico en todas direcciones, que se ve en los rayos del sol que entran a través de la ventana:
b) De este movimiento proviene un movimiento en torbellino que lleva a los átomos semejantes a agregarse entre sí y a los átomos diferentes a disponerse de modo diverso y a dar origen al mundo;
c) Finalmente, hay un movimiento de los átomos que se desprenden de todas las cosas (que son compuestos atómicos) y que forman los efluvios (un ejemplo típico es el de los perfumes).

Es evidente que, desde el momento en que los átomos son infinitos, son también infinitos los mundos que proceden de ellos, diversos los unos de los otros (pero, a veces, también idénticos, siendo posible, en la infinita variedad de las combinaciones, que se de una idéntica combinación) Todos los mundos nacen, se desarrollan y luego se corrompen para dar origen a otros mundos, cíclicamente y sin término.

Los Atomistas han pasado a la historia como aquellos que ponen el mundo “por casualidad”. Pero esto no quiere decir que ellos no asignen causas al nacimiento del mundo (estas causa son, en efecto, las explicadas más arriba), pero no le asignan una causa inteligente, una causa final. El orden (el cosmos) es efecto de un encuentro mecánico de los átomos, ni proyectado ni producido por una inteligencia. La misma inteligencia sigue y no precede el compuesto atómico. Esto no quita, sin embargo, que los Atomistas hayan indicado en algunos átomos un cierto sentido privilegiado, lisos, esferiformes y de naturaleza ígnea, los constitutivos del alma y de la inteligencia. Y de acuerdo con algunos testimonios, Demócrito habría considerado tales átomos precisamente como lo divino.

3.4. Ideas gnoseológicas y morales

El conocimiento deriva de los efluvios de los átomos que se desprenden de todas las cosas (como se dijo más arriba) y entran en contacto con los sentidos. En este contacto, los átomos semejantes fuera de nosotros impresionan a los semejantes en nosotros, de modo que el semejante conoce al semejante, análogamente a cuanto ya Empédocles había dicho. Pero Demócrito insistió además sobre la diferencia entre conocimiento sensorial y conocimiento inteligible: el primero nos da únicamente la opinión; el segundo la verdad, en el sentido indicado más arriba.

Demócrito fue famoso igualmente por sus espléndidas sentencias morales que, sin embargo, parecen provenir de la tradición de la sabiduría griega más que de sus principios ontológicos. La idea central de esta ética es que el “alma es la morada de nuestra suerte” y que precisamente en el alma y no en las cosas exteriores o en los bienes del cuerpo, está la raíz de la felicidad o de la infelicidad. Una máxima suya muestra, finalmente, como había madurado ya en él una visión cosmopolita: “Cada país de la tierra está abierto para el hombre sabio; porque la patria del ánimo virtuoso es el universo entero”.

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